La clasificación de Fisher, permite establecer criterios de clasificación para las hemorragias cerebrales, de modo tal que se pueden distinguir cuatro grados de hemorragias.
Una hemorragia no es más que una condición o consecuencia patológica acorde a la cual la sangre comienza a disiparse bien sea en el interior de la cavidad o en los espacios cercanos al órgano del cual comienza a irrigar, siendo en ocasiones notable la misma, producto de la ruptura de la dermis.
Sin lugar a dudas, tanto en su estado silencioso (llamándose así a las hemorragias que no permiten evidenciar sangre en el exterior), como aquellas que resultan fácilmente perceptibles; una hemorragia siempre es considerada un estado de alerta para el cuerpo y más aún para el personal de salud, que se aborda de forma inmediata al tratamiento de la misma.
Es posible advertir una gran variedad de hemorragias, pero llevan una estadísticas bastante elevada aquellas que suceden en la zona superior del cuerpo, es decir, la cabeza, dado que estas por lo general suelen aparecer de forma silenciosa irrigando los vasos vasculares del cerebro, lo que sin lugar a dudas puede desencadenar graves daños en la capacidad cognitiva, facultad motora y demás funcionalidades orgánicas, al verse afectada cualesquiera de las partes de los hemisferios.
Una de las hemorragias cerebrales más estudiadas reside en la que tiene a lugar entre el cerebro en su totalidad y la delgada y ligera capa de tejidos que lo cubren, es decir, aquel cumulo de tejidos que forman la corteza cerebral. La importancia de detectar la tipología de este sangrado, permite establecer el tratamiento meritorio para abordar la misma, y evitar daños posteriores.
Grado de hemorragias según la escala Fisher.
Grado I.
No es posible percibir a través del Tac, liquido alguno, de modo tal que se descarta la presencia de sangre a nivel cerebral, debiendo investigarse más a fondo la causa de los malestares o síntomas presentados.
Esta categoría es considerada de descarte.
Grado II.
En este caso es perceptible por medio de la tomografía la presencia de líquido entre la capa que recubre el cerebro, la cual se presume como sangre, no obstante solo se evidencia de forma dispersa sin que sea posible advertir coágulos.
Grado III.
El estudio arroga la presencia de pequeños cúmulos de sangre, considerados coágulos, de modo tal, que también es posible evidenciar una dispersión generalizada de la sangre que forma una capa vertical sobre el cerebro.
Grado IV.
Considerada la hemorragia con mayores riesgos, dado que el coagulo no se ubica en la zona subaracnoidea, sino que al contrario, ya ha traspasado el tejido que recubre el mismo cerebro, pudiendo ubicarse en el interior de los hemisferios.
En estos casos, la patología describe ciertos estados de inconsciencia en el paciente, o bien presencia de cuadros psicóticos, como la esquizofrenia temporal o bien periodos de ausencia.
Ante este es necesaria la intervención quirúrgica inmediata, antes de que el coagulo, ocasione demás perjuicios llegando ello a ser sumamente perjudicial para el estado de salud del paciente.